martes, 12 de marzo de 2013

DESPERTAR


Estaba en la cama, tumbada sobre su lado izquierdo, con el brazo de ese lado bajo la almohada y el derecho sobre ella como abrazándola, la pierna izquierda estirada y la otra doblada: su postura.

Era primera hora de la mañana, esos momentos en que el sueño ya nos abandona pero en los que aun nos resistimos a abrir los ojos. De fondo oye unos ruidos, esos que hace alguien que está ya trabajando pero no quiere despertar a nadie.

Se aferra un poco más a la almohada y le vienen a la cabeza algunas imágenes de la noche anterior: la charla, las risas, la música, las miradas… hasta que llega una que desencadena todo.

Siempre pasa así, siempre hay una mirada que nos prende, una mirada que provoca el incendio: estás charlando, ríes, lloras o te enfadas, da lo mismo, miras a tu interlocutor, incluso cruzas varias veces la mirada pero, de repente, ocurre que, en un momento dado, un momento mágico, esas miradas se cruzan de nuevo y salta una chispa.

A veces intentas, de forma vana, esquivarla, bajar esa mirada, dirigirla hacía las uñas, por ejemplo, como si de pronto tu manicura te interesara mucho. Pero si la chispa ha saltado, no hay marcha atrás, no puedes hacer nada y vuelves a levantar los ojos y si, de nuevo, te encuentras con esa otra mirada no hay retorno… Mantienes ese cruce unos segundos, te asomas a los ojos del otro, te reflejas en ellos como intentando asegurar que eres tú mismo y que estás ahí, en ese momento… sólo unos segundos… porque esa mirada actúa como un imán, acorta distancias, se produce el incendio y después de la mirada llega todo lo demás, los besos, las caricias, la búsqueda del uno en el otro. Y así fue anoche.

Sigue con los ojos cerrados, le llega un aroma a café recién hecho, sonríe y piensa: “No se puede empezar mejor el día”. Quiere apurar un par de minutos más y abraza un poco más fuerte a la pobre almohada, pero pronto percibe un nuevo olor… “¡Santo Dios, pan tostado!, parece que sí había una forma mejor de empezar el día”

Se levanta y lo encuentra de espaldas, cortando rebanadas y poniéndolas en la tostadora. Ella intenta no hacer ruido, parece ser que no lo consigue porque él se vuelve y dice: “Pero si se despertó la mujer más hermosa del mundo” y continua con todas esas cosas bonitas con las que suele obsequiarla. 

Ella sonríe y moviendo negativamente la cabeza le dice: “No, no soy la más hermosa del mundo, ni la más alta, ni la más delgada, no soy joven y no tengo los ojos verdes, ni negros, ni azules, simplemente marrones, pero te quiero… ¿eso te vale?” 



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domingo, 10 de marzo de 2013

LA OLA


Ella abrió la puerta del estudio, pensó que iba a estar vacío, que él no estaría allí.  Pero si estaba y cuando la vio entrar fue hacia ella, se miraron a los ojos, él se acercó la tomó de la cintura y de la nuca y la besó despacio, muy despacio, fue sólo el primero...

Decidió bajar a la playa, a esas horas de la tarde, ya avanzada, para ver, otro día más, la puesta del sol. Se puso un pareo y una camiseta y, sin más, comenzó a avanzar por las dunas...

Ellos decidieron avanzar en su propio camino, lleno de besos, de miradas, de caricias, de susurros. Se quitaron la ropa el uno al otro, al principio lentamente, después casi arrancándosela, al poco tiempo estaban tumbados en la alfombra, recorriendo sus cuerpos con las manos, con las bocas, con las miradas, explorándose, tanteándose, reconociéndose...

La playa estaba preciosa, la marea estaba comenzando a subir, decidió avanzar hasta la orilla, quitarse las chanclas, mojarse los pies, entregarse al mar, abandonarse a las sensaciones que le brindaba: la brisa en su cara, el olor a sal, el frescor del agua, la suavidad de la arena, el azul del mar y el cielo...

Él estaba boca arriba, ella se apoyó sobre el brazo izquierdo y con el dedo índice de la mano derecha decidió recorrer, muy lentamente, un camino por el cuerpo de él que comenzó en su frente, marcando ese surco horizontal, después el entrecejo y continuó por su nariz, su boca, donde dibujó una sonrisa, de comisura a comisura, el labio superior, el labio inferior, después bajó por la barbilla, el cuello, el pecho, se entretuvo escribiendo una palabra, sólo cuatro letras, acarició los pezones, continuó descendiendo por su estómago, su abdomen, rodeo su ombligo. Mientras dibujaba esta línea, se incorporó y se sentó sobre sus talones y comenzó a escribir algo debajo del ombligo. “¿Qué pones?” preguntó él y ella, mirándole de reojo y sonriendo: “lo que tú ya sabes”...

Se había puesto de rodillas sobre la arena, respiró profundo, miró hacia el horizonte, el sol ya estaba comenzando a bajar y estaba empezando a tomar ese color anaranjado que tanto le gustaba, aun quedaba un buen rato. Comenzó a hacer dibujos sobre la arena y a escribir pequeños códigos que sólo ella conocía...

Se puso sobre él, pero mirando hacia sus piernas, dándole la espalda y así, sentada, ahora ya con las manos comenzó a acariciarle suavemente los muslos, la cara interna desde arriba hasta las rodillas, los gemelos, los tobillos, sus pies, casi se había tumbado para llegar a ellos. Mientras, sus sexos habían coincidido, se estaban reconociendo, se buscaron. Un leve movimiento y... encajan, un suspiro profundo, un breve gemido, ella se incorpora y comienza una oscilación lenta, cadenciosa... Uno, dos..., uno, dos..., uno, dos...

Uno, dos... Vienen y van, vienen y van. Uno, dos... Había quedado subyugada por el movimiento de las olas, siempre le había fascinado esto de las mareas. Suben, bajan... suben, bajan... ¿es el influjo de la luna?, eso dicen. Se había sentado con las piernas estiradas y se apoyó sobre sus codos. Observa de nuevo la línea del final, el sol es una gran esfera naranja, contundente, cortada en la base precisamente por el horizonte...

Él mira hacia su propio horizonte y ve la espalda de ella, casi tapada por el pelo que cae suelto, libremente y sus caderas a las que se aferra; ella posa sus manos sobre las de él y se concentra en las sensaciones. Desde que ha apoyado sus manos en las caderas de ella, él ha comenzado a marcar el ritmo, sigue lento, pero mas firme. Uno, dos..., uno, dos..., “no me suel... tes...”

La marea sigue subiendo, firme, avanza. Las olas casi le llegan a tocar los dedos de los pies, casi... Vienen y van, vienen y van... uno, dos... uno, dos... El sol ya no se ve prácticamente, ilumina de un naranja intenso la línea del horizonte de un naranja intenso, casi rojizo. Al final llegó la ola, sintió sus pies mojados, el pareo, llegó la ola, lo empapó todo, lo lleno todo...

También para ellos llegó una ola. Uno, dos... uno, dos... uno, dos... “Sí!!...” Ella nota sus manos fuertemente asidas a sus caderas, los dedos se le clavan, siente eso, también siente las respiraciones más agitadas, siente su fuerza, el calor interno y todo lo demás..., echa la cabeza hacia atrás y él ve como el pelo le baja un poco más por la espalda, después, poco a poco el ritmo vuelve a hacerse tranquilo, lento, cadencioso, casi imperceptible. Continúan unos momentos más así, unidos, sin separarse, intentando apreciar cada pulso, cada latido, cada pequeño espasmo,...

Cuando ya no se ve nada de luz en el horizonte, apenas un pequeño reflejo, decide levantarse, empieza a notar algo de frío, se sacude la arena de los brazos, del pareo, deja que una ola le vuelva a mojar los pies, mira de nuevo hacia el mar, se da la media vuelta y emprende el camino de regreso...

Al cabo de un rato ella se ha tumbado a su lado pero en la posición que estaba, con la cabeza a los pies. Es él el que decide darse la vuelta y se queda mirándola, sonríe, se fija en su perfil porque ella está mirando hacia arriba, a través del tragaluz se ve una luna enorme, luminosa, está casi llena. “¿Sabes que acabo de estar allí, arriba?” le dice apuntando con su barbilla hacia el cielo. Él ríe, la abraza y dice: ”Anda ven, no cojas frío...” En el estudio sólo queda una luz encendida, la pequeña lámpara del escritorio, pero otra luz les ilumina a ellos a través del tragaluz.

La ola
Óleo sobre lienzo


www.mariangbrizuela.com




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Desafío 25 libros en un año


El año pasado intenté un reto de 50 libros en un año, realmente no lo conseguí solamente llegué a 33 libros!

Este año, hablando con Nerea de Petardineando y con Leticia de Conmigo aprendí, llegamos a la conclusión de que era mejor fijar un objetivo más realista, así que, decidimos que 25 libros en un año estaba bien.

Es cierto que este reto tendría que haber comenzado en Enero, pero por culpa mía, y sólo mía, ha habido un retraso, así que, si os parece bien podemos comenzar el reto ahora en Marzo y llevarlo hasta el 28 de Febrero de 2014. ¿Os animáis?



Yo iré comentando mis avances tanto por aquí como por mi canal de YouTube. A ver si lo conseguimos!

Besos a repartir!
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