Esta mañana una cartera ha llamado a mi puerta, no podía imaginar que el paquete que me ha entregado iba a despertar en mi tantas sensaciones...
Las cosas más sencillas pueden resultar importantes, trascendentes, únicas y, por tanto, muy valiosas.
El primer golpe de nostalgia ha sido cuando he abierto el sobre y he visto escrito en el paquete que contenía, en letras azules “Carajillos del Profesor”, una sonrisa se me dibujado en la cara:
- Dios mío!!! que delicia... - Y, en ese momento, una mesa de madera con un plato en el centro con estos pequeños bocados maravillosos y unas tazas de café con leche, se han venido a mi mente, también un olor a campo, una sensación de fresquito agradable que está mitigado por un jersey naranja que yo llevaba puesto en aquellos momentos. Sí, en Salas, Asturias... Hace muchos años.
A los pocos minutos ha llegado la segunda oleada de nostalgia, a través del olor. Ha sido abrir esa bolsa y un aroma a avellana muy dulce me ha traído a la cabeza y, también al corazón, una mirada verde, verde como esos paisajes asturianos, una mirada sincera, una mirada vital y alegre aunque con un toque melancólico. Un mirada casi olvidada pero única.
El tercer instante de nostalgia me ha llegado cuando he cogido uno de estos dulces y lo he mordido, el sabor... Levemente crujiente al principio y tierno y suave, después. Entonces ha sido cuando he recordado, casi he sentido un aroma especial y la suavidad de unas manos, unas manos que agarraban las mías y que, sentí que apretaban un poco más fuerte ante Santa María del Naranco.
Amiga, gracias. No imaginas lo valioso que ha resultado tu detalle. Muchas imágenes, muchos recuerdos, muchas sensaciones mordisco a mordisco, un sencillo regalo cargado de dulce nostalgia...